Poco a poco, en los últimos tiempos, y sin proponérmelo, noto que la novela negra ha ido entrando entre mis habituales lecturas, pero sin que ello implique que me esté convirtiendo en un seguidor del género.
Aunque desde siempre he leído novela negra, de misterio y de detectives (valga esta variedad de calificativos para, si cabe, graduar el género), esta se limitaba a los clásicos (de alguna forma he de llamarlos), con los Holmes, Poirot, Spade, Marlowe, . . . No fue hasta que la casualidad me puso delante a toda una hornada de "mujeres que cuentan crímenes" (expresión que tomo prestada de Jiménez Losantos, de forma totalmente apolítica) que empecé a interesarme por el género en su vertiente moderna. Así, las Sue Grafton, Donna Leon (mi preferida), Patricia Çornwell, Mary Higgins Clark, . . . me redescubrieron el género (y al mismo tiempo me aseguraron un montón de lectura para bastante tiempo). A partir de ahí, ya fue cosa mía encontrarme con autores ya consagrados (Lawrence Block, hace relativamente poco, por ejemplo) u otros más actuales (Boris Akunin, Daniel Pennac, Elvin Post, . . . )
Dos matizaciones, una, suspenso total en el género de creación patrio, algo a lo que de una u otra forma habré de poner remedio; otra, me considero lego en esto de la novela negro como género de ahí que se haya de disculparme las simplistas descripciones o catalogaciones que hago del mismo (que si novela negra, que si de misterio, que si detectives . . . ). Sé que la novela negra va más allá de la novela de policías y de detectives, sin embargo todavía no siento interés en embarcarme en esas aguas. Por ejemplo, este fin de semana he leído en dos sitios distintos muy positivas críticas de "Tannöd, el lugar del crímen" de Andrea María Schenkel, pero a mí esa novela negra, esos derroteros, todavía no me atraen, preciso que el investigador, el policía, el detective, el ladrón, me lleven de la mano por la historia.
Toda esta perorata, que me está saliendo algo larga, viene a cuento de mi última lectura, "El huevo ingenioso", de James McClure, en la edición de 1988 de Editoria Jucar (aunque me consta se ha editado recientemente en bolsillo, creo que como "El huevo con truco"). McClure fue un autor sudafricano, aunque residente en Inglaterra la mayor parte de su vida (allí murió en 2006), que escribió una larga serie de novelas protagonizadas por el teniente Trop Kramer, blanco, y el sargente Mickey Zonda, negro de la tribu zulú, que se desarrollan en la Sudáfrica del Apartheid. Para poder ser publicado en su país, se nota que no criticaba directamente el racismo y el sistema imperante en aquellos años, pero resulta más que evidente, según se lee la novela, su clara postura contraria a aquel sistema.
Lo mejor de la novela son los personajes, protagonistas de la serie, los cuales han de mantener las formas que impone el apartheid (aunque queda clara la postura de ambos al respecto). Aunque en este sentido, resulta más evidente la crítica en la otra pareja de policías que también aparece en la novela, tambien blanco y negro, una especie de Piernodoyuna y Patán, sangrantemente cómicos y patéticos).
El estilo de McClure es eminentemente narrativo, la trama (las tramas) no son excesivamente complicadas ni enrevesadas y el avance de la investigación no se base en la capacidad fuera de lo común de los protagonistas. Se trata únicamente de dos profesionales, que se complementan perfectamente, y que se dedican a hacer bien su trabajo. Esa naturalidad, ese realismo, se realza con la incorporación a mitad del libro de una segunda trama, independiente de la primera, que también ha de ocupar el tiempo de trabajo de los protagonistas
No abusa del retrato psicológico de los personajes, algo que cansa un poco en otras obras. Los vida fuera del libro de los protagonistas va presentándose sucintamente, lo justo para hacerse una idea pero sin caer en el exceso.
Si algún pero he de ponerle, es a la traducción. En algunos pasajes, se pierde el sentido de lo que se dice, cuesta seguir el significado de la conversación . No es que abunden, en general se lee muy bien, pero los poquitos que hay resultan muy evidentes (por ejemplo, cuesta seguir la conversación de Kramer y profesor de Literatura Inglesa en torno al sentido de Hamlet).
En definitiva, una obra recomendable. No es de esas que te enganchan y no puedes dejar de leer, pero tampoco de las que se te eternizarán en las manos.