Hoy, una de anécdotas.
1935. Peter Lorre decide celebrar una fiesta en casa para sus muchos amigos de entonces. Entre otros, acudirían Boris Karloff y también Bela Lugosi, quien encontraba en Peter Lorre un gran amigo en el que apoyarse en ese Hollywood tan estraño para él.
Acabada la fiesta, Peter Lorre y Bela Lugosi se quedan hablando y discutiendo de lo humano y lo divino (a lo que sin duda contribuiría su, seguramente, estado etílico). Y la conversación deriva hacia los terrores nocturnos de Peter Lorre derivados de su insomnio. Peter Lorre le confía a su amigo de penas sus problemas para conciliar el sueño que el achaca única y exclusivamente a los sonidos del reloj de uno de sus vecinos. Como si de una historia de Edgard Allan Poe se tratara (y que años más tarde protagonizaría a las órdenes del genio Roger Corman), Peter Lorre le confiesa que es el 'tic tac' monótono, repetitivo, eterno, la causa de sus desvelos. Convencidos ambos, deciden que la mejor solución consiste en deshacerse del reloj.
Con una escalera en mano se dirigen a casa del vecino con la inquebrantable intención de entrar en la casa y adueñarse del maldito reloj. En esas están, con Bela Lugosi a punto de colarse por la ventana mientra Peter Lorre, más prudente, se ha quedado sujetando la escalera, cuando llega la Policía que había sido avisada por algún vecino denunciando la presencia de vándalos en el barrio.
Sin embargo, nuestros dos protagonistas otra cosa no tendrán, pero tablas tienen un rato. Como si de la cosa más normal del mundo, le cuentan a la policía, que inmediatamente los había reconocido, que están ensayando una escena capital en la próxima película de la Universal en la que ambos participarán. Convencidos y seguros, la Policía se despide con un 'que ustedes lo ensayen bien'.
Tras ver a la Policía desaparecer por la esquina, nuestro amigos,deciden acabar su aventura, adentrarse en la casa del vecino, hacerse con el maldito reloj y trasladarlo a la casa de Peter Lorre que, según parece, lo mantendría en su poder durante años aunque solo lo mostraría alguna que otra vez a su amigo Bela Lugosi
Extraído de "Lugosi, the man behind the cape' por Robert Cremer.