Volvamos, o intentemos volver, a las andadas. Superado y olvidado los 21 meses de absorción que ha supuesto el Master se supone que puedo, y debo, volver a mis viejas aficiones. Sí, acuérdense, leer comics y libros, ver películas y animés, pensar y contemplar la vida (qué filosófico).
Cuando se acercaba el fin de mi secuestro formativo empecé a planear y preparar los libros y películas que empezaría a devorar. He de reconocer que aunque muchos de ellos eran comic a la hora de la verdad es a lo que menos tiempo he dedicado. Sí estoy contento con los libros en los que me he sumergido, el antepenúltimo y el penúltimo libro del Ciclo Barroco de Neal Stephenson (ahora me tomaré un descanso antes de abordar la conclusión, que todavía no ha salido), pude leerme (por fin) el Tokio Blues de Murakami (¿será característico de los escritores japoneses esa obsesión por la muerte que también encontré en Banana Yoshimoto o simple casualidad. Ah, claro, no se lo había dicho, entre estudios cayó Kitchen de la citada), me deleité con dos clásicos como El Gran Gastby y Kim de la India y ahora mismo lidio con Las Aventuras de Arthur Gordon Pym. ¿No está mal, verdad? Eso pienso yo.
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